12.09.2005

A hoy

Distante
absorto en la contemplación de mis páginas en blanco,
desierto,
sólo en medio de un paisaje de cascajo y horizontes de palabras,
como un niño
miro este páramo que con esmero construí al demoler mis laberintos.

¿Que si me arrepiento?
ciertamente no lo sabré nunca.
Tal vez cuando deje de escribir sobre mis ojos.

11.04.2005

Declaración de odio

Estar simplemente como delgada carne ya sin piel,
como huesos y aire cabalgando en el alba,
como un pequeño y mustio tiempo
duradero entre penas y esperanzas perfectas.
Estar vilmente atado por absurdas cadenas
y escuchar con el viento los penetrantes gritos
que brotan del océano:
agonizantes pájaros cayendo en la cubierta
de los barcos oscuros y eternamente bellos,
o sobre largas playas ensordecidas, ciegas
de tanta fina espuma como miles de orquídeas.
Porque, ¡qué alto mar, sucio y maravilloso!
Hay olas como árboles difuntos,
hay una rara calma y una fresca dulzura,
hay horas grises, blancas y amarillas.
Y es el cielo del mar, alto cielo con vida
que nos entra en la sangre, dando luz y sustento
a lo que hubiera muerto en las traidoras calles,
en las habitaciones turbias de esta negra ciudad.
Esta ciudad de ceniza y tezontle cada día menos puro,
ciudad de acero, sangre y apagado sudor.

Amplia y dolorosa ciudad donde caben los perros,
la miseria y los homosexuales,
las prostitutas y la famosa melacolía de los poetas,
los rezos y las oraciones de los cristianos.
Sarcástica ciudad donde la cobardía y el cinismo son alimento diario
de los jovencitos alcahuetes de talles ondulantes,
de las mujeres asnas, de los hombres vados.

Ciudad negra o colérica o mansa o cruel,
o fastidiosa nada más: sencillamente tibia.
Pero valiente y vigorosa porque en sus calles viven los días rojos y azules
de cuando el pueblo se organiza en columnas,
los días y las noches de los militantes comunistas,
los días y las noches de las huelgas victoriosas,
los crudos días en que los desocupados adiestran su rencor
agazapados en los jardines o en los quicios dolientes.

¡Los días en la ciudad! Los días pesadísimos
como una cabeza cercenada con los ojos abiertos.
Estos días como frutas podridas.
Días enturbiados por salvajes mentiras.
Días incendiarios en que padecen las curiosas estatuas
y los monumentos son más estériles que nunca.

Larga, larga ciudad con sus albas como vírgenes hipócritas,
con sus minutos como niños desnudos,
con sus bochornosos actos de vieja díscola y aparatosa,
con sus callejuelas donde mueren extenuados, al fin,
los roncos emboscados y los asesinos de la alegría.

Ciudad tan complicada, hervidero de envidias,
criadero de virtudes desechas al cabo de una hora,
páramo sofocante, nido blando en que somos
como palabra ardiente desoída,
superficie en que vamos como un tránsito oscuro,
desierto en que latimos y respiramos vicios,
ancho bosque regado por dolorosas y punzantes lágrimas,
lágrimas de desprecio, lágrimas insultantes.

Te declaramos nuestro odio, magnifica ciudad.
A ti, a tus tristes y vulgarísimos burgueses,
a tus chicas de aire, caramelos y films americanos,
a tus juventudes ice cream rellenas de basura,
a tus desenfrenados maricones que devastan
las escuelas, la plaza Garibaldi,
la viva y venenosa calle de San Juan de Letrán.

Te declaramos nuestro odio perfeccionado a fuerza de sentirte cada día más inmensa,
cada hora más blanda, cada línea más brusca.
Y si te odiamos, linda, primorosa ciudad sin esqueleto,
no lo hacemos por chiste refinado, nunca por neurastenia,
sino por tu candor de virgen desvestida,
por tu mes de diciembre y tus pupilas secas,
por tu pequeña burguesía, por tus poetas publicistas,
¡por tus poetas, grandísima ciudad!, por ellos y su enfadosa categoría de descastados,
por sus flojas virtudes de ocho sonetos diarios,
por sus lamentos al crepúsculo y a la soledad interminable,
por sus retorcimientos histéricos de prometeos sin sexo
o estatuas del sollozo, por su ritmo de asnos en busca de una flauta.

Pero no es todo, ciudad de lenta vida.
Hay por ahí escondidos, asustados, acaso masturbándose,
varias docenas de cobardes, niños de la teoría,
de la envidia y el caos, jóvenes del "sentido práctico de la vida",
ruines abandonados a sus propios orgasmos,
viles niños sin forma mascullando su tedio,
especulando en libros ajenos a lo nuestro.
¡A lo nuestro, ciudadl, lo que nos pertenece,
lo que vierte alegría y hace florecer júbilos,
risas, risas de gozo de unas bocas hambrientas,
hambrientas de trabajo,
de trabajo y orgullo de ser al fin varones
en un mundo distinto.
Así hemos visto limpias decisiones que saltan
paralizando el ruido mediocre de las calles,
puliendo caracteres, dando voces de alerta,
de esperanza y progreso.
Son rosas o geranios, claveles o palomas,
saludos de victoria y puños retadores.
Son las voces, los brazos y los pies decisivos,
y los rostros perfectos, y los ojos de fuego,
y la táctica en vilo de quienes hoy te odian
para amarte mañana cuando el alba sea alba y no chorro de insultos, y no río de fatigas,
y no una puerta falsa para huir de rodillas.

Efraín Huerta

7.25.2005

Viejo madrigal

La mañana ha de llegar
con su piel más húmeda puesta,
mis oídos quieren dejar
al mundo en las antenas,
ahora lo he visto,
soy hijo de lo que no entiendo
y eso basta para intentar mi cabeza,
para insistir mis pies en la banqueta.
Amanece
y la ciudad regresa al hombre,
a la costumbre de los ciclos;
las horas suenan a ladridos lentos,
hay patios traseros que ignoramos
y asfaltos dónde sobran huellas;
divorcios, cópulas,
todo es parte ortogonal de nuestras formas.
Ajedrece.

5.12.2005

poema

Hoy me queda esta voz de tundra
hablando de tu ausencia
como un collar de ecos,
hoy mis ojos se machucan
y dan el jugo que te vió,
viva,
brisa para el valiente,
tormenta para el extraviado.

Hoy soy más extranjero de este mundo
que cuando tus ojos me miraban,
me inventaban con la luz que acariciaban.

Nunca quiero despedirme para no perderme

4.12.2005

LA IGNORATICA

Nueva York, Waldorf Astoria, 1 de junio.
En la primera audiencia de la tarde de hoy me han presentado al doctor Horeb Naim, quien deseaba pedirme trescientos mil dólares para crear una nueva cátedra en la Universidad de Nuevo Méjico. Ya me había escrito repetidas veces, pero sin querer decirme de qué doctrina o disciplina se trataba. Esta vez le he obligado a hablar con franqueza. Comenzó a decir:
- Usted sabe que existen en nuestro país cátedras para todas las ciencias conocidas y posibles, e incluso para muchas especialidades, subdivisiones y hasta para enseñanzas pragmatistas de actividades prácticas, como la cocina y la vida conyugal. Pero también sabe usted que los conocimientos conquistados y poseídos por el hombre no son más que una fracción minúscula comparados con todo lo que ignoran hasta los más doctos. A pesar de las innumerables cátedras que sustentan el honor de nuestros colleges y de nuestras universidades, aún falta una, tal vez la más importante, la que debería ocuparse de lo que todavía no sabemos y que jamás llegaremos a saber.
»A esta ciencia de la ignorancia he dado el nombre de Ignorática, y pido su protección a fin de que sea creada por lo menos una cátedra para enseñarla. Y me permito añadir que ningún otro podría ocupar esa cátedra con mejor preparación que la mía».
- ¡Idea maravillosa! - exclamé, y le agradezco que me haya elegido precisamente a mí, que estoy mucho más provisto de dinero que de conocimientos, para que sea el mecenas de su Ignorática. Pero, me agradaría que me dilucidara una pequeña y muy legítima curiosidad: si la Ignorática se ocupa de lo que no sabemos, ¿cómo hará para enseñar exactamente aquello que todos ignoran, sin excepción?
El doctor Horeb Naim se acarició la barbilla color sal y pimienta, sacó del bolsillo un espejo redondo en el que contempló su rostro color oliva arabescado por graciosas arrugas y esbozó en sus labios una elegante sonrisa. Luego, jugando con el espejo, me habló así:
- Querido míster Gog, su curiosidad confirma la utilidad de mi proposición. Reconozco que hasta ahora he dicho muy, poco, pero aún quedan muchas flechas en mi carcaj. La Ignorática, como lo expongo en un manual que todavía está inédito, tiene ante sí un vastísimo campo, de modo que nunca faltará materia para mis futuros cursos.
»Ante todo deberá proceder a compilar un diligente inventario de lo que no sabemos. Esta empresa puede parecer desesperada, pero nos atrevemos a realizarla. Hasta las ciencias más adelantadas están saturadas de misterios y de preguntas sin respuesta. Las hipótesis más afortunadas son tentáculos que palpan en el vacío. La astronomía ha realizado progresos maravillosos, pero aún carecemos de una idea precisa y segura sobre el origen y la estructura del universo.
Durante este medio siglo la medicina ha hecho milagros, pero todavía no sabemos cuáles son las verdaderas funciones de ciertos órganos y humores de nuestro cuerpo. La biología ha logrado la dignidad de verdadera ciencia, pero a pesar de todo aún estamos a oscuras respecto de las causas que han determinado las innumerables formas de la vida vegetal y animal.
»Después de este inventario, la Ignorática se propone otro problema: dividir las cosas no conocidas en dos grandes clases: las que presenten una fuerte posibilidad de ser descubiertas en un futuro más o menos lejano y las que probablemente jamás serán conocidas, ya porque se refieren a cuestiones absurdas o mal planteadas, o porque faltan a la inteligencia humana los medios necesarios para descubrirlas.
»Queda una tercera misión para la Ignorática: investigar mediante la historia de las ciencias, de qué modos y con qué métodos se han descubierto las verdades que en el pasado eran ignoradas hasta por los hombres de ingenio poderoso. Esta investigación, de carácter histórico y analítico, no será menos fundamental que las dos anteriores.
»Añadiré para edificación de usted, que la enseñanza oficial de la Ignorática tendrá grandísima repercusión incluso en la esfera de la moralidad, aun cuando ello parezca contradictorio. Demostrando que las cosas ignoradas son mucho más numerosas que las sabidas, se suscitará en los hombres, y especialmente en los jóvenes, un saludable sentido de humildad. Y por otra parte, enseñando cómo la mente humana ha sabido convertir lo ignoto en conocido, y de qué manera podrá hacerlo aún mejor en el porvenir, la Ignorática robustecerá el justo orgullo del hombre pensante.
»Creo haber dicho ya bastante como para responder a su cuestión y para lograr su consentimiento».
He de confesar que el doctor Horeb Naim logró convencerme. Quizá me dejé ir demasiado lejos, pero le entregué una orden de trescientos mil dólares, avalada por mi firma.
Giovani Papini

3.14.2005

caracol

El silencio
es la casa que llevo a cuestas
donde al pasar de mis palabras
el eco se enrolla en voces aureas
y soy oído de mi mismo
refugio espiral de mi naturaleza monolítica
a veces
baboso el camino andado
he olvidado si hay algún adonde
por seguir lento
esta vida corta

3.07.2005

Veneno para las musas

Yo soy del paisaje,
soy el blanco detrás de las pupilas que miran
la luz sobre el blanco que también soy,
lienzo,
tensión.
Todo me conmueve como desde fuera,
nada siento mío,
en el ruido de cualquier bar encuentras mis palabras,
bajo el mismo sol que arruga el asfalto me hago viejo,
en la oscuridad de los andenes comparto mi extravío,
no lo niego,
si existo, no soy otro.

Y en este jardín descuidado
de las horas hay un polen que ennegrece,
ceniza,
hay frutos que envenenan a las musas.

3.04.2005

babel



peter gric/ babel

2.26.2005

cafè la blanca

No es cierto que la barra sea de los solitarios, ellos se asoman dos, tres veces antes de decidir entrar a pedir monedas, como una extensión del viejo centro pobre que mete sus narices en este cubo ascético.

De este lado, la vista sería formidable si no fuera la de un puesto de periódicos. Aún es tiempo de moverse al otro lado de la vidriera para ver y ser vistos: se asienta el paseo desde la alameda.

El café es bueno, aunque las envolturas de gansitos y barritas coronando la charola de pan dulce menguan lo académico de la visita.

Me pregunto si también el cilindrero tendrá prohibida su compañía musical dentro del local, no importa, igual desde el umbral de este moderno aparador llegan los sonidos, y porqué no, aquí tiene un tostón compañero…

El volumen sube cuando alguien abre la puerta para entrar, ¿al teléfono solamente? Tal vez para eso está, y los habitantes del centro, -que los hay nadie se sorprenda- tienen la costumbre de apropiarse de su ciudad sin pedirle permiso al INHA.

Es miércoles, casi ha acabado de anochecer y la mayor parte de las mesas -las del centro son las menos demandadas, los comensales nos pegamos a las paredes o a las barras- lucen vacío el naranja pinto -color que siempre había ahuyentado mis ganas de entrar- de las sillas con que esta amueblado este espacio como de línea blanca: pásele al refri, y es difícil escoger acomodo al par de chavos que entran desde el bullicio cálido de la calle, donde pasando se va viendo, a la luz fría del espacio a doble altura, oscuro al fondo por el tapanco en desuso, donde uno es el objeto de la curiosidad peatonal.

Las conversaciones más sabrosas parecen venir de las barras, extensiones de la cocina bajo el tapanco con meseros de aspecto pulcro y educado que atienden sus carriles con el esmero propio del uniforme de médico con moño que visten. Parece que en estas barras los clientes se conocen todos, y hacen con los meseros su tertulia llena de novedades inciertas y bocados afirmativos.

Sydney, el mejor reloj, dejó quietas sus manecillas a las 6 y 25 de algún día.


mermelada

casa en hidalgo


mermelada